Que no me da la gana pasar media vida buscando esa frase que tal vez ni exista - Extremoduro.

¿Por qué lo llaman primaveras?

lunes, 9 de mayo de 2011 by Chio Eme
Odio esta sensación de desiquilibrio, de temor, de mareo. De tirar una y otra vez los dados y ver cómo en ellos naufraga toda tu suerte, cómo tu destino cae tan deliberadamente en las garras del azar. Ver a la corriente saludarte de lejos, diciéndote: "prepárate porque la marea subirá, y arrasará con todo" y sentirte inmersa en la angustia de quien se ahoga nadando en dirección contraria, vencido por el cansancio. 
Si tan sólo tuviera un barco... Bien construido, sencillo pero firme, discreto pero eficaz. Un barco donde poder sentir tus pies tocando un suelo firme, aun sabiendo que debajo hay todo un mar de turbulencias. Tener un barco es señal de adaptación, y lejos de lo que la egolatría nos dicte, es señal de inconformismo, de consideración. No es más feliz quien más ignora, sino quien mejor encaja los golpes. 
Quiero un barco, quiero cordura, quiero tratarme y curar este tumor que me envenena y me pudre a cada segundo que respiro. Todo barco se rige y avanza gracias a una precisa brújula, e impone en todo ese albedrío de aguas salvajes orden, congruencia y unidad. Quisiera calmar este océano de inseguridades, de gritos, de luchas; ser capaz de dominarlo y surcarlo de puerto a puerto con una identidad, y no un mero ente corpóreo. 
Sólo un propósito tengo en mente: estar a la altura de las circunstancias y saber-estar. Ser simplemente alguien más, que pasaba por aquí y se quedaba embobado con el espectáculo de la vida humana. Con la perfección que reside en lo simple, en la coordinación de los movimientos automáticos. Busco con ansia todas las pequeñas cosas, porque las grandes así es cómo me quedan, grandes. Y quiero sentirme agradecida por poder sentirlas, apreciarlas. Y quiero su infinidad más que quiero un momento extraordinario. ¿No es cierto que lo ordinario es, también, digno de admiración? Quizá es que hemos dejado de reparar en ello, o que hemos pintado su existencia de gris, y no hay color que pase más desapercibido que ése. Qué miedo me da el gris, y las personas grises; y, si lucho por algo, es por no caer en la tentación de serlo. Siempre he creído que hay que volver al estado más elemental de las cosas para poder captarlas verdaderamente. Pero no sé cuál es mi estado más elemental, o si es que las personas podemos ser acaso máquinas del tiempo conducidas a nuestro antojo. Cuando un cambio se ha producido, se sella la imposibilidad de llevar a cabo el proceso inverso, al menos a corto plazo. Por algo las llamaban reacciones irreversibles... 
Small minds are concerned with the extraordinary, great minds with the ordinary - Blaise Pascal.
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