Que no me da la gana pasar media vida buscando esa frase que tal vez ni exista - Extremoduro.

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domingo, 23 de octubre de 2011 by Chio Eme
La puerta, abierta. El alma, pues, preparada. Preparada no para regalarse, sino para abrirse, sorprenderse, emocionarse. 
Quiero lo que pueda tener, por lo que pueda luchar, en caso de tener que o querer hacerlo. Quiero realidad, palpabilidad, seguridad; no realidades parciales, quizases o probabilidades.
Y lo que encuentre en mi camino, dejar de apartarlo. Lo que haya encontrado un hueco para entrar, dejar de echarlo. Lo que me ilusione, o me haga sonreírme por dentro aunque sea sólo un momento, a eso, y sólo a eso, dejaré mi puerta abierta.
Mi puerta abierta a lo real, a lo que se demuestra. Porque una persona no puede construirse un mundo de mentira, débil y frágil como el cristal, o derribable como un castillo de arena. 
Las personas no podemos evitar ser vulnerables, sí, pero todo tiene un límite, un "no-dar-pa-más". Toda relación o vínculo necesita su alimento, su riego, su atención. Todo sentimiento necesita un algo para crecer, para afianzarse, para construir sólidos cimientos.
Pero el tiempo no regala nada; es más, si acaso, tiende a derribarlo. No aporta nada, sino tiempo. Tiempo para pensar y envenenar la pureza de las sensaciones iniciales; tiempo para transformarlas en recuerdos humanos, que no son sino falsas vivencias, copias no originales que, aunque den el pego, no encierran la esencia de lo que fue.
Nada es para siempre, eso es cierto; pero podemos alargar y posponer el fin de las cosas si nos esforzamos en no dejar que se marchiten. Y si ese aporte no llega, lo más natural es que los vínculos acaben, y no queden sino sus exoesqueletos, marca simbólica de que una vez estuvieron allí, pero perdieron su razón de ser.
Y creer que esos exoesqueletos sean ese algo entero no es más que una mentira. Y cómo se envenena el alma de creer mentiras. ¿Cómo no va a creer una que sea una mentira, cuando no quedan evidencias de lo contrario?
Lo siento, hoy te suelto, hoy me desprendo, ya no queda hueco para estos restos vestigiales de lo que pudo llegar a ser. Aunque miento, es verdad, hueco hay de sobra... Supongo que lo que ocurre es que simplemente ya no quiero guardarlos. 
Pudo ser mentira, pudo ser verdad; lo único que importa es que no aporta nada. Y quiero desprenderme de todas las tonterías que no me dejan avanzar, que hacen que me dé pereza y miedo dejar entrar lo real, lo posible, lo demostrable.
¿Qué es lo peor que puede pasar? Estoy harta de dejar que las cosas me traspasen como si no las sintiera, como si nada me importase, como si todo me dejara indiferente. No es verdad, los dolores y el estómago revuelto siempre son una prueba indiscutible. Pues que duela, que se revuelva, si eso me ayuda a sentirme viva, a recordar que tengo estómago y que sirve para algo más que para digerir la comida.
No más verdades a medias, no más juegos a medias. Tintas enteras. Juega limpio.
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