Que no me da la gana pasar media vida buscando esa frase que tal vez ni exista - Extremoduro.

Fighting chaos

martes, 26 de octubre de 2010 by Chio Eme
Tú no necesitas un motivo, no mientas, necesitas miles. La corbata, esta vez, bien atada, bien prieta, para evitar notar tus asustados y fuertes latidos en la garganta. Porque estás muerta de miedo, no intentes engañarte. Busca mil excusas diferentes para explicar el porqué de tu estado anímico actual, pero sabes que no las hay, que has decidido que dormir en el suelo es tan aceptable como dormir en la cama. Sientes frío, estás helada, pero ese frío tan sólo se encuentra en tus muñecas; quizá se coló por las yemas de tus dedos pero, sea como sea, no consigue ascender hacia tus brazos, tal vez porque no le dejas. Porque de repente estás luchadora.
Esta vez, los aires y vendavales que siempre te rodean permanecen ahí, rodeándote. No piensas dejar que se cuelen por tus oídos, por tus costados, ¡por tus manos! No. Si quieren emprender un cuerpo a cuerpo, una batalla, no les pondrás fácil la victoria. No se harán contigo, no recorrerán tu cabeza agitando toda tu piel, todo tu rostro, todas tus facciones. No te desequilibrarán, no te quitarán el poco equilibrio que te pertenece.
Pero no siempre eres tan fuerte. Cuando aparentas calma, es porque todas tus tormentas son internas. En esos momentos el caos te gobierna y se proclama amo y señor de tu ser, y no sabes cómo destronarlo; te agobias, te odias, te sientes débil y enfermiza. Y es que ese caos lo desorganiza todo, y no puedes evitar preguntarte quién o cómo serías sin que ese caos te gobernara todo el tiempo. Con todas tus ganas, tus ideas, la vida que desprenden tus latidos... y el caos consigue, una vez más, hacerse contigo.
Hay una componente caótica, innata y connatural al ser humano, que limita todos sus latidos. Toda persona es, por tanto, en cierto porcentaje, puro caos. Pura irracionalidad. Pura inercia. Pura ambigüedad. Hay personas que logran dominar su caos y son personas la mayor parte del tiempo, y hay personas que no son personas, sino puro caos en movimiento: tal es su desorden mental, que tan sólo logran abrir su orificio de ventilación humana y su hilo de entendimiento cuando el caos les deja, aburrido ya de dar órdenes. La vida es, por tanto, para esas personas, lo que su caos hace acontecer mientras ellas se empeñan en luchar desesperadamente por hacer lo contrario.

Vertical, transversal, soy grito y soy cristal.

lunes, 25 de octubre de 2010 by Chio Eme
Y me confundo, y no me entiendo, y no sé qué parte de mí es la real y cuál la imaginaria. No sé qué es lo que puedo dar, qué existe y qué me he inventado. No sé lo que proyecto, no sé lo que puede decir mi sombra. No sé cómo pueden, siquiera, intuirme, cuando todo lo que destilo es una acuarela difusa. Difusa. Demasiado abstracta para ser un paisaje en concreto, demasiado cambiante para llevar una presencia estática hecha carne. A veces creo que mis piezas están hechas de un material que no encaja con ninguno de los demás materiales, muy poco combinable, muy poco miscible. Lo intento, creo, y aún me frustro más cuando veo frustrados esos intentos. Porque no creo que mi pieza vaya a parar de girar y caer en algún sitio para arraigar, ni creo que algún día mi acuarela hable el lenguaje del arte, de la emoción y la comunicación humana. No puedes evitar ser como eres, si tu cabeza nació hervidero no es fácil convertirla en estanque. No se trata ya tanto de complejos e inseguridades sino de diferencias. Diferencias demasiado amplias. De las que no pasan desapercibidas.
Me digo: ¡arda, arda mi cuerpo y lo rocen las llamas de la vida! Y no noto más que frío. Y el frío congela mis articulaciones, mis músculos, mis huesos... pierdo locomoción porque tengo escarcha que encuentra su origen en mi cerebro. Lobotomizada de nacimiento y sin consentimiento. Y sin más armas que estos diez jinetes fugaces que hablan por mí, que roban mis palabras para llevarlas a ningún sitio, dejándome muerta del asco. Parálisis emotiva, sensitiva... dolorosa. Estoy paralizada. Y qué sentido tiene un cuerpo que ocupa poco sitio... que no hace ruido. Que toda la fuerza la guarda para los golpes que da contra su garganta y su pecho. Aspiro más de lo que espiro, y me estoy ahogando, emborrachando, de tanto aire. De tanto espacio, de tanto hueco, de tanto tiempo... Me agobio, no hay nada que quiera hacer. Nada. Nada. Demasiado fuerte suena esa palabra en mi oído, rebota contra mi tímpano y me produce una molesta vibración interna. Y no llega a mi cabeza, se queda estancada en algún canal o seno, en algún recoveco que intenta, inútilmente, protegerme de mis propios estímulos. ¡Adiós sentido! Sé que volverás, pero no sé por cuánto tiempo.
Posted in Etiquetas: | 3 Comments »

Try harder

jueves, 21 de octubre de 2010 by Chio Eme
¿De qué no sería yo capaz? Sin duda ésa es la pregunta, lo cual no quiere decir que haya una respuesta. La angustia casi siempre encuentra origen en cosas que ya han pasado o cosas que aún están, o no, por llegar. ¿Dónde se ha quedado el presente? ¿Cuánto tiempo dedicas a vivir el día de hoy?
No hay droga más dura que la imaginación. ¿Cuántos momentos importantes dejas en sus manos? No consigues evitar inventar algunos días, algunos viernes, algunas tardes... Si no estás en el lugar donde te gustaría, te lo inventas. Te imaginas en cualquier otra parte con cualquier otra historia mejor que la presente. Todo se debe, siempre, a tus altísimas expectativas. Odio que me metas tanta prisa y que me pongas el listón tan alto, tan alto que no llegue para poder bajarlo. Cada uno se crea su propia realidad y se cree inmerso en ella. A ti no te gusta la realidad que me has creado y por eso huyes continuamente de ella, obligándome a huir a mí también.
Crees demasiado en la gente, le das demasiada responsabilidad, porque en mí hace ya tiempo que no crees, o muy seguramente nunca has creído. Les dejas siempre el escenario para ellos solos y tú te limitas a ser un pasivo espectador del público que, lejos de dormirse, se queda con las ganas de levantarse del asiento. Pero entiendo que no creas en mí... nunca he aprovechado ninguna de las oportunidades que me has dado. Y ahora aquí me hallo, tratando de convencerte, intentando ser mucho más convincente de lo que jamás he sido, rogándote una oportunidad más.
Pero lo cierto es que no sé qué decir o hacer para ganarme tu amistad. Quiero estar ahí por ti. Estoy harta de verte quieta, sintiéndote muerta, inútil, inmóvil, dispensable, incapaz de hacer nada de provecho. Y el verte tan petrificada me está matando a mí también poco a poco. Sé que tienes sueños, pues tus sueños son los míos, y sé que si no lucho yo por ti, nadie lo hará. Sé que es mi culpa, por verlo todo siempre como una lucha que no tengo posibilidad de ganar. Pero también sé que crees en los cambios, en el poder de superación de la gente... sólo que nunca lo has experimentado en ti misma. Tampoco nunca lo has intentado de verdad. Intentar. Odio ese verbo, ése que a ti te encanta. Te pasas el día "intentando" cosas. Intentar es la excusa de los perdedores, su premio de consolación: "al menos lo he intentado..." Eso está bien para los demás, pero para ti misma no. No me convenzas de que está bien rendirse a tiempo. No me convenzas de que ya lo he intentado. Sólo conseguirás que yo siga odiándote, como te odio, me odio, y no quiero seguir haciéndolo.
Hagamos un trato: cogeremos todas y cada una de las posibilidades. Nos apuntaremos a cada oferta. Venceremos al miedo y nos iremos a darnos una vuelta, solas, tú y yo, tú sola, yo sola. Dejará de haber una dualidad entre lo que quiero y lo que hago. Sentiremos la grandeza de vivir cada vez que tome aliento. Sé que sí. No puedo explicar por qué, sólo sé que sí.
Posted in Etiquetas: , | 2 Comments »

Love is noise

martes, 19 de octubre de 2010 by Chio Eme
Saborear una piruleta alcanza su grado de satisfacción máximo cuando lo hacemos porque de verdad nos apetece. No es lo mismo tomarte una piruleta que te acaben de regalar a tomarte una que te acabas de comprar porque la has visto en el escaparate y has pensado: "me apeteces".
Hay muchas formas de subir una cuesta, pero sólo hay una que te permita olvidar el coñazo que supone el asunto en sí: que después de esa cuesta tengas que subir 120 empinadísimos y diminutos escalones. Sí, 120, yo no los he contado, me he sentido tentada varias veces pero no quería ser tan débil, así que me he enterado por una persona que se aburre más que yo subiéndolos; difícil, pero existe.
Hoy me he dado cuenta de que me gusta subir esa cuesta y esas escaleras. Me gusta llegar y tomarme una tostada. Me gusta acabar de clases y bajar esa misma cuesta y esas mismas escaleras. Me gusta también la gente que me rodea. He tenido suerte, me siento agusto. Tan agusto que no me importaría quedarme allí un par de horas más... pero esas horas vienen ahora después a eso de las cuatro.
Me gustan los cambios, siempre me han gustado y siempre me gustarán. Pero a veces los cambios no vienen solos, hay que buscarlos y lanzarse a ellos. Me gusta que los cambios me pongan a prueba, que me hagan sacar de mí una parte cuya existencia ignoraba o desconocía. Me gusta ver que soy capaz de más cosas, conocerme un poco más para llegar a la conclusión de que me desconozco por completo.
Soy muy ilusa. A menudo pierdo el tiempo imaginando e idealizando cambios que aún no han llegado y que no sé si llegarán. Me gusta creer que esa persona existe, aunque no la conozca. Pero si hay algo que sin duda no me caracteriza, es ser una persona intuitiva. Envidio enormemente a la gente que intuye y se guía por su intuición. Yo no puedo, porque nunca intuyo ni presiento nada, aunque me encantaría poseer esa capacidad extrasensorial que le da el toque de pimienta a la vida de la gente: lo metafísico, misterioso... las señales, una vez más. Por eso, cuando en un momento determinado de pronto me sorprendo a mí misma diciéndome que se avecina algo, no puedo evitar desconfiar. Si hay algo que sí me caracteriza es el escepticismo que me profeso.
Pero algo se cruza en tu camino, en tu sendero, y aunque no sea cien por cien palpable puedes intuir sus huellas dirigiéndose hacia ti. Quizá de pronto cojan un desvío que las aleje de tu camino, o quizá sigan recto.
¡Aleluya! No estamos solos. ¡Aleluya! ¿Vienes hacia aquí? Haces ruido al caminar, quizá para que yo te escuche. Quizá para ser un individuo más dándole vueltas al mundo. No me importa. Mi piruleta no me la quita nadie, y el sabor que tiene ahora, tampoco. Estoy despierta, receptiva; te intuyo, no te palpo, te siento.
Quizá me estoy volviendo loca, quizá no hay camino, ni huellas, ni nada de nada. También dicen que hay que creer para ver, y no al revés. Sea como sea, hoy disfruto más esa piruleta, se me hacen menos pesados esos escalones, y disfruto metiendo gente nueva en mi vida cada mañana.
Posted in Etiquetas: , , | 3 Comments »

My satellite

domingo, 17 de octubre de 2010 by Chio Eme
¿Qué te tiene tan cohibido? Respiras y me aspiras, como si yo fuese una sustancia volátil que pudiese fácilmente colarse por tu nariz. Como si yo pudiese, en caso de colarme, producirte una fuerte reacción alérgica.
Te levantas y te marchas, desapareces tras colocarte la ropa, ésa misma que luego dejas tirada por cualquier parte. Hace tiempo que compraste los billetes del avión que querías coger, pero no te atreves a subir sin saber quién será tu compañero de asiento o sin tener total certeza de que existirá uno.
No lo puedes creer, no, que haya días que no tengas ganas de hacer absolutamente nada. ¿Mereces vivir la vida que tienes? ¿La valoras? Tú sigues simple y llanamente esperando, dándole al pause cada vez que empieza a reproducirse sola tu canción.
¿Eres lo que pienso que eres? Esa estrella, ¿viene? ¿vuela hacia algún punto? Esperas que sí, que rompa de una vez por todas sus esquemas y se atreva a abandonar su órbita para aterrizar a tu lado. O quizá esa estrella siempre ha estado un poco fuera de tu alcance. Qué más da, tú no puedes evitar sentirla tuya.
Necesitas una órbita, no el lugar determinado al que te conduzca, sino la órbita en sí. Sabes muy bien a dónde quieres que te lleve, pero quién sabe si lo hará. Respiras una vez más y sueltas todo el odio que llevas por dentro al espirar. No lo quieres dentro de ti, sólo consigue volverte un poco más gris de lo que ya de por sí eres de nacimiento. Y estás harto de sentirte gris, de no saber si realmente lo eres, de no saber si hay más colores aparte de ése.
Hay días que te conformas tan sólo con girar, con los ojos cerrados para poder disfrutar mejor el momento. Y así, sencillamente, eres feliz. Girando. Siendo capaz de dejar las tonterías que te preocupan a un lado y permitiendo que por la nariz sólo te entren buenos aromas, dejándote ayudar por otros para saber a cuáles no dejar pasar.
Pero otros días no comprendes el sentido de girar sin un algo/alguien que dirija tus movimientos. Y no escuchas la melodía; por más que lo intentas, todo lo que escuchas es ruido. Sintonízame, sintonízate a ti mismo. A veces las interferencias te hacen dar con una emisora inesperada. Pero casi nunca la encuentras cuando pones todo tu empeño en buscarla. Cuestión de probabilidades; colócate en el lado de la balanza que quieras, desequilíbrala y pierde. Pero ten las agallas de colocarte en alguno de los lados. Fracasa, cae, pierde, avergüénzate, pide disculpas, vuelve a levantarte y vuelve a caer. Al final tan sólo se trata de eso. De levantarte siendo consciente de que en algún momento caerás, y de caerte teniendo muy presente que serás capaz de levantarte. Ponle picante, pasión, guindillas a lo que cocinas si lo que quieres es que te salga un plato picante. De lo contrario, no sabrá a nada.
Posted in Etiquetas: , | 1 Comment »

Le dije: monta que te llevo al sol. Me dijo: ¡qué tontería, arderás!

miércoles, 13 de octubre de 2010 by Chio Eme
Si la mirabas directamente a los ojos, podías ver el gran saco al que iban a parar todas sus preocupaciones reflejado en sus pupilas, abiertas ya al máximo para apurar todo el espacio posible. Aquel día soplaba una brisa de viento de otro lugar, cálida pero desconocida. Agradecía los días como aquél, en los que, habiendo abusado ya de muchos refugios, el viento le traía un aire distinto, renovador... pero confusamente misterioso.
Cualquier desequilibrio o cambio de acidez de su mar interno le provocaba un ligero mareo. Notaba al instante cuándo su piel estaba fría en exceso o cuándo su estómago se movía de manera atípica. Su estómago; el siempre gran perjudicado. Todos los malestares se pasaban siempre a él, de hecho, había llegado un momento en que todos los sentimientos los procesaba y sentía a través de él.
Las aspas de su molino estaban algo inquietas, expectantes; esperando la orden de su dueña para ponerse en marcha. Notaban aquella brisa de viento, pero al no recibir órden alguna de moverse, luchaban como podían por no sucumbir a la brisa y desobedecer a su dueña. No entendían por qué tenían que luchar contra el viento, simplemente se limitaban a acatar órdenes, aunque adorasen el fluir natural del dejarse llevar por él. De ese modo, permanecieron quietas, muy quietas, casi inexpresivas, luchando contra su propia naturaleza. Ya había ocurrido, en muchas otras ocasiones, que se habían tomado la señal de vía libre al pie de la letra. Al final, de girar con tanta fuerza, con movimientos descoordinados y carentes de sentido, algún aspa había salido disparada perdida en combate. Aunque siempre, mágicamente, al llegar esa cálida y desconocida brisa, era automáticamente repuesta por otra, dispuesta a correr el mismo riesgo; a jugársela más que las demás apostando de lleno por el giro que le indicaba el viento.
Posted in Etiquetas: | 2 Comments »

Have a nice day.

martes, 5 de octubre de 2010 by Chio Eme
A veces parece que no tenemos tiempo ni para dar los buenos días. Esa sensación de ser un extraño en tu mundo, en el entorno del que tú te has ido rodeando... Haciendo las cosas que, se supone, quieres hacer, y haciendo un esfuerzo por hacer aquellas que, se supone también, requieren poner más de tu parte.
No entiendo el escuchar música por obligación, el leer por obligación o el ver una película por el mismo motivo. No entiendo el sentirte obligado a salir a la calle y a tratar de ponerle una cara más amable al mundo; de poner la otra mejilla cuando sientes que la otra está ya demasiado quemada, de responder siempre con una sonrisa... No, no hay días tales como esos. No me creo que haya un pie correcto con el que levantarse, no creo que porque no sea capaz de abrir la boca hasta que haya pasado media hora desde que me despierte signifique necesariamente que me haya levantado de mala ostia. Con frecuencia me ocurre que los días que con menos ganas me levanto de levantarme, suelen ser los que más brillan y viceversa. A veces las cosas funcionan tal que así: cuantas menos metas tienes menos te abrumas o te frustras. Cuanto más te da igual cómo salga el día, mejor suele salir pero, sin embargo, cuanta más iniciativa y ganas de abrirte al mundo te invadan al levantarte, más se torcerán las cosas y acabarás bloqueándote durante horas sin que haya manera de que logres articular una sola palabra.
A veces me adapto, me acostumbro y los días se me hacen pasables, tragables, menos atemorizadores. Pero eso sólo ocurre el 5% de las veces. El 95% restante me da miedo todo, avanzo como puedo y me infravaloro y subestimo a la menor ocasión. Conocerme poco es conocer ese 95%, porque es lo que fácilmente pueden mostrar mis ojos cuando conozco por primera vez a alguien. Conocerme algo mejor es conocer el 5% restante. Hay días que, afortunadamente, amanezco en él, y esos días son los que suelen hacerme pensar que todo, cualquier persona o cosa, merece la pena. También son los días que más aprendo, que más receptiva estoy y que más imposibles alcanzo. Los días menos favorables, los del porcentaje mayor, tan sólo logro pasarlos recordando que también existen momentos en los que me atrevo, me lanzo y hago algo por mover mi vida. Que todo mal momento es pasajero y que aquí pecamos todos de bichos raros.
Pese a todo, siempre me arrepiento de no desearle a todo el que pueda que tenga un buen día, de no sonreír más mientras como, de no sentarme más a menudo en el sofá en la sobremesa, de no preguntar más a menudo "qué tal" aunque sea a personas que me harte de ver cada día y sepa ya de antemano la respuesta. Siempre nos podemos sorprender, dentro de la mierda hay diversos niveles: días malos y días menos malos. Quizá algún día hasta tú mismo te sorprendas cambiando tu habitual "pues ahí, tirando" por un "la verdad, no puedo ni debería quejarme :)". Las personas tenemos esa virtud, todas, de no dejar de sorprendernos nunca las unas a las otras, pues ya se sabe, somos impredecibles y nunca terminamos de conocernos; ni a los demás ni a nosotros mismos. La verdad es que no se me da bien últimamente conectar unos puntos con otros: no hago las cosas bien, tampoco mal... el caso es que el resultado viene a ser siempre el mismo. Sea como sea, mi punto final o meta/objetivo es tan sólo desearle al mundo, más a menudo y en voz más alta, que tenga un buen día.

ADD THE SLIDER CODE HERE