Que no me da la gana pasar media vida buscando esa frase que tal vez ni exista - Extremoduro.

Dejé para mañana lo que por pereza no me atrevía a hacer hoy

viernes, 20 de noviembre de 2009 by Chio Eme
¿Qué se puede esperar de un presente siempre cambiante? Un presente que no es presente, sino pasado y futuro.
No hay garantías, pero aun así nos aferramos a todo lo que nos rodea, todo lo que forma parte de nuestra normalidad. Cada pequeña cosa que nos acompaña desde que nos levantamos y nos indica que todo está bien, en su sitio. Salir de casa siempre a la misma hora, ver en el autobús cada mañana a las mismas personas... seguimos unas pautas que nos tranquilizan, en las que rara vez reparamos el resto del día, pero que recién levantados tienen un efecto casi mágico en nosotros; más bien reparador. Cada mañana nos acompaña, aunque durante pocos instantes, la sensación de estrenar un nuevo día, o al menos a mí. Cada día parece que junto con el desayuno, en la mochila, guardara un folio en blanco para escribir lo que quiera, una tarea sólo atribuible a mí misma, y a cada poseedor de su propio folio.
Me gusta pensar que la historia se escribe cada día, la general y la propia. Que cada día nace una nueva oportunidad de vivir que se esconde con la noche y se renueva con la luz de un nuevo día.
Sí, es una sensación como poco reconfortante: saber que seguimos aquí y que todo está en nuestras manos; en nuestro folio.
Aunque sea por unos instantes, la mañana me regala siempre soplos de esperanza e ilusión, pero este efecto mágico del despertar, desaparece conforme avanza el día.
De repente me sorprendo a mí misma deseando que llegue el día siguiente para hacer todas las cosas que hoy no he querido hacer por simple pereza. Argh, pereza, la excusa más amable.
La inactividad, la pasividad... o quizá esa misma esperanza. Esa que me hace ser positiva cada mañana. Esa, esa misma, que se viste de consuelo cada noche y me hace pensar: "¿Qué más da? No hay que preocuparse demasiado: siempre queda la mañana, la mañana de mañana... ".
A veces pienso que gran parte de la vida se pasa haciendo grandes planes, y a la hora de llevarlos a cabo, siempre nos surje algún gran impedimento... como, por ejemplo, nosotros mismos. Es la misma cantinela de siempre: no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes. Y hasta el momento nadie nos garantiza que no tengamos la mañana de mañana; todo lo contrario, parece bien claro que eso es lo único a lo que podemos atenernos (y aferrarnos).
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