Pistas, pistas, pistas. Buscamos desesperadamente pistas. Uno dice no creer en las señales pero a la hora de la verdad todos esperamos a que la otra persona nos haga un gesto, el gesto; a que selle sus labios en señal de haber terminado de hablar, a que nos mire a los ojos para que dirijamos los nuestros también hacia los suyos, o a que nos salude por la calle para poder devolverle el saludo. Y sabemos dónde encontrar las pistas, sí, sabemos que se encuentran en los demás.
Vivir aislado, en el campo, lejos de cualquier contacto humano, es completamente factible durante un tiempo. Pasado ese tiempo uno empieza a echar en falta cosas, que no son cosas, sino personas. Quizá sea sólo mi punto de vista pero, ¿qué sentido tiene tener algo si no se puede compartir o enseñar a otra persona? A todos nos pide a gritos, a veces, el espíritu, evadirnos. Desconectar. Vivir una experiencia íntima y emocional a la par que sensorial. Trascender. Llegar al fondo de la cuestión. Conseguir plantearnos esos interrogantes, esas cuestiones; sacarlas de lo más hondo de nosotros, porque sólo así podemos encontrarles una respuesta. Pero, ¿y si no lo consigues? ¿y si excarvas a tu antojo y dejas cosas olvidadas ahí dentro? Para eso están las segundas opiniones.
Desde luego que una opinión no es suficiente, y menos si es sólo la nuestra. Odio aferrarme a las cosas y menos si éstas han salido de mi cabeza, donde se cocina con poco aceite. No quiero, no basta. Qué afortunados los momentos en los que eres capaz de maravillarte ante la sabiduría y honestidad que puedes encontrar a tu alrededor. A veces estas cualidades se esconden en cuadros que estamos cansadísimos de ver, en canciones que hemos escuchado cientos de veces y cuya letra conocemos y cantamos por inercia, sin pararnos a analizar detenidamente las verdades que encierra.
Somos animales, sí, pero somos ante todo heterótrofos. Está comprobado: uno no puede abastecerse toda la vida únicamente con lo que haya en su interior, no podemos alimentarnos sólo de los supuestos que nuestra cabeza elabore, pues son eso, supuestos, y los hemos de contrastar, hemos de buscar e indagar en la cabeza de otros, y quedarnos con lo mejor de lo que contemplemos. Nos alimentamos de otros y de nosotros mismos. Pero todos sabemos que nuestras reservas son limitadas, finitas, y que si uno no se alimenta de ninguna otra cosa termina, tristemente, por morir.
Hoy estoy saciada. Satisfecha. Como quien acaba de darse un buen festín. Resulta que me había puesto a dieta, de engorde, y no paraba de comerme todo lo que salía de mi cabeza. Y era consciente, quería encontrar el botón que apagara mi hornilla, pero no lo conseguía. Y tengo que agradecer que la ayuda haya venido aun sin haberla yo pedido. Este daño remite, cesa, y ahora quiero pensar en otras cosas. Hacer otras cosas.
Me doy cuenta muchas veces de que pierdo la pieza más importante en el ámbito del ser humano: la comunicación. ¿Por qué, por qué prescindo de ella tan a menudo? Echemos a correr de nuevo al bosque; pero esta vez de la mano de un amigo.
semillas amarillas, semillas rotas de nuevo.
Hace 6 años
3 comentarios:
Presto la mía si fuere necesario y de buen gusto para la dama.
:)
oooo chio me encanta, me siento tan identificada con este texto, comunicación lo importante que es en la vida y lo ausente que se suele tener cuando no todo anda bien, cuando aún queremos solas con una sola cabeza comernos el mundo, IMPOSIBLE, necesitamos apoyos y otras cabezas,sino acabaremos volviéndonos locos por nosotros mismos..
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