¿Te crees que no tenga nada que decir? Yo no. He estado observando, observándote, observándoos; con los ojos, con mis sentidos, con la cabeza. Si hay algo realmente peligroso en el arte de observar y asimilar es llegar a creerte todo o gran parte de lo que captas. No hay nada peor que la influencia: he aprendido que cuando alguien, de alguna manera, te influye, sus ideas y sus supuestos se proyectan en ti, como una película; y muchas ideas las adoptas, las introduces en tu cuerpo, pasan a vivir en simbiosis con tus ideas propias, hasta llegar en ocasiones a desbancarlas y establecerse como soberanas de esa pequeña región llamada cerebro. Hablas y dices cosas que crees elaboradas por ti, que te crees porque piensas que son tuyas; pero realmente se llega a un punto en el que resulta muy difícil delimitar qué ideas o razonamientos son tuyos y cuáles has robado y reciclado.
Hacer esto es inevitable, porque es algo puramente humano.
Encontrar unas líneas de expresión propias; he ahí el desafío. A menudo pienso que no me expreso correctamente, es decir, si pudiera expresar con palabras sólidas los aires y vendavales que corren con fuerza por mi cabeza, creo que alguien podría construirse una idea apropiada de mí. Siempre siento que cuando intento explicar cómo me siento con respecto a algo, acabo diciendo algo que se asemeja, pero distinto. Es como si intentara hablar de un libro pero acabara describiendo otro distinto, por semejanza, por ser demasiado denso para mí lo que encierra el primero.
Entenderse, y entendernos, a veces me resulta sumamente complicado, y sé que no debería ser así. Las personas caemos en la propia frustación de sentir que nadie puede entendernos o conocernos del todo y acabamos sintiéndonos, irremediablemente, bastante solas. Quieres darle a alguien la imagen más clara, nítida y pura posible de tu alma, pero sabes que como mucho lograras captar una imagen medio borrosa y sepia, en la que no se perciben bien todos los colores, en la que las sombras y los movimientos se disfrazan. Es más, la otra persona procura lo mismo, y la más conseguida interpretación que puedas lograr de su foto sabes muy bien que nunca será suficiente. ¿Se trata, entonces, de resignarse? ¿De conformarse? ¿O se trata sin embargo de una lucha insaciable por volver esa fotografía lo más limpia posible? Me gusta quedarme con esto último, pero me pregunto si es posible, pues en ello intervienen varios factores: no se trata sólo de las ganas que pongas en aclarar su foto, sino también de que esa persona sepa decirte dónde van los colores. ¿Acaso alguien puede decir que realmente se conozca a sí mismo?
semillas amarillas, semillas rotas de nuevo.
Hace 6 años
3 comentarios:
:P bieeen, chio ha vuelto!
Magnífico Chío, magnífico.
Creo que la clave esta en la ultima frase,no nos conocemos a nosotros mismos,siempre que intentamos crear esa imagen clara de nosotros,nos resulta dificil clavar las palabras que nos describan de forma perfecta porque no sabemos cuales son las mas acertadas para nosotros mismos.
Tambien esta el factor "observador",es decir, lo que se interesen en conocernos en sacarnos cada puntada buena y mala de nosotras,lo mas objetiva posible no?
te quiero.
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