Hay algo que resplandece en las preocupaciones importantes. Es algo que destaca, con cierto brillo, para que no tengamos duda en catalogarlas como de gran peso.
En cuanto comienza a chispear uno se irrita, y cuando lleva varios días el tiempo igual uno empieza a quejarse, por vicio, aunque ya haya visto, día tras día, que detrás de esas pequeñas gotas no tiene por qué venir una fuerte lluvia. Sin embargo, cuando un día de pronto el chispeo da paso a una gran tormenta, añoramos esos días de pequeñas, inconstantes y dispersas gotas, ya que como mucho nos encrespaban un poco el pelo. La tormenta nos inmoviliza, nos deja helados y con el cuerpo destemplado, con la sensación de que durante el rato que ésta dure sufriremos una inutilidad total. Si te pilla un diluvio de los grandes bien sabes que el paraguas hará entre poco y nada.
La tormenta puede durar horas, días... incluso meses y años. Arma mucho ruido para hacerse notar y para que no olvides su presencia. Muchas veces uno se acostumbra a ella: sabe al acostarse que cuando se despierte seguirá lloviendo, y sabe al levantarse que cuando se acueste volverá a pensar lo mismo. La tormenta se convierte en una segunda piel; se queda tan adherida a nuestro cuerpo que nos acomodamos en ella. Y no es que sea cómoda, simplemente se convierte en un elemento o signo más de nuestro entorno que nos indica que todo sigue en su sitio; así como desayunar, vestirnos o encender el ordenador y conectar con el mundo. Lo que en un principio se hacía insoportable termina por formar parte de la cotidianidad, hasta tal punto que el día que amanece soleado no nos damos ni cuenta.
¿Cuánto tiempo ha pasado desde que salió el sol? Diría que cada noche seguía escuchando las gotas de agua chocar contra el cristal de la ventana. Pero no me atrevería a jurarlo, igual que tampoco puedo asegurar que haya pensado en esa persona día sí día también, aunque no me quepa en la cabeza que haya sido de otra forma.
La tormenta no sólo hace ruido, sino que además arrasa con todo lo que encuentra a su paso: recuerdos, sensaciones, sonidos y rostros. Engaña a la memoria, pero me gusta pensar que no engaña a la patata, aunque no sea cierto, pues también lo hace. ¿A dónde van las cosas cuando uno las olvida? Ojalá hubiera una papelera de reciclaje en la que poder rescatar todas aquellas cosas que se han borrado in/voluntariamente. Pero no es así, no la hay, seguimos eliminando cosas para hacer hueco a otras ¿mejores o peores? No tenemos ni voz ni voto.
Me gustaría ver las cosas de otra forma, compartir ese dicho de que las cosas suceden por una razón, pero no lo consigo, y realmente sería mucho más confortable y calmante encontrarle un sentido a las cosas, pero en mi cabeza no tiene cabida eso, y me quedo con un amargo sabor de boca cuando toda la explicación que se me ocurre es un "porque sí y punto".
Es igual... todo sucede de la misma forma. Comienza una tormenta y en seguida puedes empezar a predecir cuándo habrá un relámpago o un trueno. Predecirlo, pero no evitarlo. ¿Y qué puedes hacer mientras? Aún recuerdo esa sala de espera esperando a que llegara aquel trueno, y me veo quieta, inmovilizada, sin hacer otra cosa que esperar a que acabara la tormenta, yendo cada dos por tres a mirar por la ventana para asegurarme de que estaba lloviendo, pues todavía no me lo podía creer... Después de tanto chispear, al final, llovía, con tanta fuerza que nos dejaría a todos aturdidos durante mucho tiempo.
Una vez que acaban los tiempos prohibidos uno se siente algo perdido: no sabe si sentirse mal, por haber dejado de afligirse, o si alegrarse por haber superado algo. Está claro que la opción correcta es la segunda, pero no es la fácil.
El caso es, que al salir el sol, vemos cosas que antes, al no estar iluminadas, no veíamos. Y vemos otras que antes apenas distinguíamos como una mancha borrosa. Y vemos todos los paraguas usados para pasar el chaparrón... y ahí siguen, a pie de cañón, dispuestos a pasar otra tormenta igual o peor que ésa sólo para ayudarte. Es hora de dejar de mojarse, y quitarnos las legañas para ver que se acabó el tiempo, las heridas están cicatrizando y es nuestro turno: tenemos que ser también paraguas para quienes nos necesiten.
semillas amarillas, semillas rotas de nuevo.
Hace 6 años
1 comentarios:
:D Bieeen, Chio vuelve!!! jaja
Gracias por los comentarios, sienta genial volver a casa y encontrarte con alguien que lee tus conclusiones post-borrachera. Te recuerdo que las tormentas son necesarias de vez en cuando... Veo que, como prometiste, has reflexionado, jaja, espero que te haya ido bien. Tengo ganas de verteee, un bso!
Publicar un comentario