El mundo es mundo, nos guste o no; no va a cambiar de sitio, ni a desaparecer de un instante a otro. Tampoco va a mutar repentinamente, aunque sí, como ha venido haciendo desde sus orígenes, lo hará a la larga. Y esto es lo que hay, y lo juzgas sin haberte recorrido cada una de sus millones de esquinas, que no las cuatro que tan repetidas tienes. Y sueñas con otro mundo que, en realidad, no es muy distinto del que te rodea. No es ése tu mundo, sino éste. El que palpas, el que respiras cada mañana con dificultad, pues tus sábanas son expertas en cortarte el aire y sumergirte en esa peligrosa atmósfera que te has creado y de la que te cuesta salir. Algunos no lo entienden; pero a los rincones de tu atmósfera les falta magia. Y cuando un caracol vive tanto tiempo dentro de su concha, cree que no hay más mundo que ése. Del mismo modo, crees que también el mundo externo, el que no quieres, carece de magia.
No se trata de magia en el sentido más estricto de la palabra, de la irreal y de película. Se trata de la magia más puramente infantil e inocente. De la de los niños, que tan bien han aprendido a hacer convivir su mundo interno con el real. Que viven tanto en un mundo como en otro, que no aborrecen ninguno de los dos, que ni siquiera son conscientes de que puedan existir estos dos mundos, si es que así es. Los niños, que, por encima de todo, creen. Creen que todo es posible, tienen especial intuición para poder palpar con algún sexto sentido la parte especial o mágica de la vida; la que dota a los cuerpos de movimiento. Supongo que algunos somos juguetes que hace tiempo que no son usados, que no nos toca o roza la magia que los niños dan a sus muñecos para que estos puedan jugar con ellos.
Y me pregunto si se podrá recuperar esa magia de la que tan deliberadamente nos hemos desentendido; como si no la necesitásemos, como si fueran cosas de críos, como si no lo fuéramos ya nosotros... Y me pregunto dónde estará, si en nuestro mundo, del que la hemos desterrado, o en el interno. Hay sabiduría en los niños y en sus cosas: dejémonos enseñar, aprendamos esa simbiosis que concilia y pone en comunión nuestros dos mundos y los vuelve uno sólo, tocado y ligeramente impregnado de cierta magia.
—Nos muestra lo que queremos... lo que sea que queramos...
—Sí y no —dijo con calma Dumbledore—. Nos muestra ni más ni menos que el más profundo y desesperado deseo de nuestro corazón. Para ti, que nunca conociste a tu familia, verlos rodeándote. Ronald Weasley, que siempre ha sido sobrepasado por sus hermanos, se ve solo y el mejor de todos ellos. Sin embargo, este espejo no nos dará conocimiento o verdad. Hay hombres que se han consumido ante esto, fascinados por lo que han visto. O han enloquecido, al no saber si lo que muestra es real o siquiera posible.
Continuó:
—El espejo será llevado a una nueva casa mañana, Harry, y te pido que no lo busques otra vez. Y si alguna vez te cruzas con él, deberás estar preparado. No es bueno dejarse arrastrar por los sueños y olvidarse de vivir, recuérdalo. Ahora ¿por qué no te pones de nuevo esa magnífica capa y te vas a la cama?
semillas amarillas, semillas rotas de nuevo.
Hace 6 años