Tan simple como andar, golpear el suelo a cada paso, o simplemente arrastrar los pies. Tan simple como cuando suena una canción y la cabeza y los hombros se te mueven solos. Como tener hambre y comer.
Últimamente me siento como si me hubiese comprado un billete de ida a "vacaciones-landia" y ni tan siquiera se me pasara por la cabeza el fijar una vuelta. Y no, no me molesta, no sé si ésa es la mejor o la peor parte, pero parece que he dejado de sentirme culpable; debe ser que la conciencia es humana, como nosotros, y también sucumbe a la tentación de emborracharse y desentenderse de todo.
A veces tengo miedo, me aterroriza este viaje sin retorno a ninguna parte, aunque me trate bien y me mime y consienta, y aunque, en realidad, eso no tenga demasiado mérito, ya que mis exigencias y caprichos son más bien pocos.
No me apetece avanzar, éste es un deliberado punto muerto. Y no se trata de desgana, ganas, por fin, no me faltan. Supongo que siempre he pensado que la vida se mueve por rachas, pero rachas cíclicas, viciosas, repetitivas una tras otra: una buena, una mala, una agobiante, otra tranquila... Y de pronto ves que ya no sigues en la carretera, que has dejado tu trayectoria recta uniforme, y que has cogido un desvío, sin ningún motivo, que lo mismo te hubiera dado coger ése que tomar otro... Porque lo importante era salir de esa trayectoria, de ese círculo vicioso, y te habrías apuntado a un bombardeo, para ser más exactos.
Ni estoy madurando, ni estoy creciendo, ni parece que me importe lo más mínimo. Ni avanzo en sentimientos, ni sé si los dejo avanzar; por no saber, yo ya no sé si tan siquiera existen, porque me he hartado de pensar en ellos, hay cosas más fáciles en las que pensar.
E intento reeducarme, como cuando viajas a algún sitio e intentas conocer la cultura para integrarte en ella. Dictadora total de las costumbres y hábitos que integran la cultura de "vacaciones-landia", de este cuerpo con el que algo habrá que hacer. Intentando, al menos, instaurar unos hábitos sanos, beneficios, realistas... pero intentando, eso es todo. Y cómo odio el verbo intentar, cómo odio intentar dejar de odiarlo.
Cuando te sales del recto camino, no sólo cuesta volver a él, sino que deja de tener sentido. Ojalá no fuera así, pero lo es. Y digo ojalá porque el camino no tiene nada de malo, ¿qué hay de malo en sentirte seguro agarrado a tu barandilla? Nada. No hay juicios sensatos que puedan refutar eso. Pero deja de ser para ti, eso es todo. Y, ¿qué te queda entonces? Si no puedes andar por la tierra, por sus senderos, ¿por dónde avanzar? Por el cielo, supongo, no queda más remedio que volar. Volar te da perspectiva, te ayuda a superar tus miedos, es muy agradable, no voy a negarlo. Pero qué sentido tiene avanzar sin alguien a tu lado, sin personas con las que pisar, pasear, o romper silencios. Demasiado silencio embota la cabeza, demasiado ruido la hace estallar. ¿Conclusión? (Si es que alguno de estos pensamientos que llevo media hora mareando - como algo que no te apetece comer y esparces cada vez más por el plato - tiene sentido): sigue tomando desvíos hasta que des con el acertado y no vueles demasiado; te hace asocial, y te hace menos humano.
Se me están agotando las ideas, las etiquetas, las categorías y los métodos. Ya no hay caos, pero tampoco hay calma. Sólo nervios, un manojo de nervios tan estirado que aumenta la velocidad de todos mis movimientos; me produce ansiedad y mucha, mucha inquietud. Sigo cavando mi hoyo en busca de algo, sigo buscando claridad en un cielo totalmente despejado. Porque miro todo el orden y me siento hipócrita y falsa. Porque no sé lo que quiero, nunca lo sabré y la indecisión me acompañará siempre, como buena amiga mía. En fin, ¿motivación?
semillas amarillas, semillas rotas de nuevo.
Hace 6 años
2 comentarios:
Sé que quizás no es lo que te rondaba por la cabeza al escribir esta entrada pero me ha aportado cierta tranquilidad.
Vacaciones-landia parece un lugar apetecible, por lo menos para pasar una temporada.
Mimarse a uno mismo, no exigirse demasiado, no vivir preocupado por avanzar, no sumergirse en el caos....no tiene por qué estar tan mal si es durante un tiempo..¿no?
Te quiero.
=)
Pienso como Jose... tan importante es ponerse una meta (aunque no sepamos muy bien cuál; puede ser algo poco concreto, o más bien personal) como saber dejar que el simple paso del tiempo sea una meta en sí misma. Disfrutar de los segundos, de los momentos, valorar esa clase de cosas que sólo echas en falta cuando no tienes tiempo de disfrutarlas.
No sé, "es un tiempo de stop pa conocerte a tí mismo" x) Me encanta eso de la auto-reeducación. Pararse a corregir los vicios que nos hacen resultarnos insoportables a nosotros mismos. Me gustaría tener un tiempo para corregirme y convertirme un poco más en aquello que quisiera ser (o al menos no resultarme irritante; paso a paso). Puede que lo tenga, pero que me dé pereza, o que sea más fácil seguir igual... en cualquier caso hay que ser valiente para salirse de la senda preestablecida.
Porque el ser indeciso no impide ser valiente, pero lo hace un poco menos divertido.
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