Quiero creer en ti, niña perdida, te aseguro que el deseo ahí está. Pero me cuesta, y lo sabes, no eres alguien en quien sea fácil confiar. Porque creo en las personas, en serio, confío en ellas y en su capacidad, su motor interno. Porque eso es lo que veo cuando las miro: un motor en movimiento, siempre en marcha, con el depósito lleno, a medias o al mínimo, pero nunca vacío. Y desearía con todas mis fuerzas ver eso mismo al mirarte a ti, al asomarme en tu interior.
¿Dónde se han quedado tus sueños? Tienes el alma desnuda... Nunca has sido un genio, ni perfecta, ni plena, pero al menos tenías intenciones. Ambiciones, ideas, subidones rápidos y fugaces de adrenalina, frustraciones... Y las frustraciones no son sino el reflejo de la lucha tanto interna como externa de uno mismo. Están ahí, dándonos dolor de cabeza, pero recordándonos su razón de ser, el motivo que las desencadena. Y si ya no te frustras, debe ser porque no tienes nada con lo que frustrarte.
Mientes, descaradamente. ¿Cómo va a dejar uno de anhelar? Lo único que te pasa es que te has hartado de hacerlo. Te has hartado de frustrarte, y lo has disfrazado de "la búsqueda de la aceptación personal"; qué más quisieras. Por no buscar, no buscas ni el lado más cómodo de la cama. Porque ya no quieres crecer, debe ser eso, porque crecer te ha empezado a mostrar sus lados feos, y tú eres una niña, sí, una niña grande a la que los años no la han hecho más valiente ni más cobarde, sólo más vieja.
Sabes que hay algo que no marcha bien, bueno, varios algo. Pero la costumbre parece haberte aislado de ti misma, de tus quejas; te ha insonorizado y con tu siempre presente ley del mínimo esfuerzo ya ni siquiera te hace falta hacer oídos sordos. Juegas a ser, ser, ser, sólo ser, y has transformado ese ser en una mera existencia, en una mera casualidad, en el cereal de la caja que hace que te sientas timada al llevártelo a la boca y darte cuenta de que ése no está relleno de chocolate.
Pero no man is an island, y tú no eres menos. Y consciente de tu farsa, aun sin querer serlo, lo dejas estar. Porque estás acostumbrada a que las cosas se solucionen solas, a dejar correr el tiempo, porque en él sí confías, porque es más cómodo.
Toma las riendas, despiértate y lucha por lo que aún te importe. Busca el interruptor que encienda de nuevo tus sentidos. Debe de existir, porque ahora mismo es en lo único en lo que confío; en que exista.
semillas amarillas, semillas rotas de nuevo.
Hace 6 años
2 comentarios:
"Por no buscar, no buscas ni el lado más cómodo de la cama."
Nunca se dejan de tener sueños y ambiciones. Pero pasa el tiempo y descubres que muchos de ellos nunca llegan y prefieres autoconvencerte de que no los tienes, de que no los necesitas para nada, así todo será más facil.
Pero da igual que pasen los años porque, como bien dices, las personas siempre tienen un fuerte motor interno y mientras ese motor no se apague definitivamente siempre va a luchar por dar velocidad, por seguir anhelando, por soñar...
Ojalá no lo ignoremos nunca.
¿A veces no te entran ganas de coger a alguien y pegarle dos puñetazos, a ver si espabila? Coño, date cuenta, despierta, no pierdas el tiempo!
Pero, ¿qué pasa cuando la persona a la que se los darías eres tú mismo? Quiero decir, esos momentos en los que simplemente te dejas llevar, inerme, como sin vida, dejando que el tiempo pase por encima tuya, creyendo que no es tan grave, que al final nunca pasa. Pero resulta que sí, que cuando te das cuenta todo el tiempo que has perdido mirando el vacío no vuelve. Y no puedes evitarlo.
Pues eso, qué haces cuando eres tú mismo el que te deberías golpear contra la pared hasta que la neurona de tu propia estupidez y holgazanería se aplaste, llevándose con ella también toda tu abulia.
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