No esperes que te diga nada; acaba de sonar el despertador y apenas puede hablar. Dará tres o cuatro vueltas más en la cama, se irá quitando poco a poco las legañas, la pereza y la inutilidad. Dentro de media hora será otra. Espera a que desayune sin ganas, a que se vista y lave la cara, y finalmente decida pintarse un poco para no sentirse demasiado culpable por arrastrar su mala cara a todas partes.
Quiere ser una cálida más, mezclarse con el gentío y regalar buenas palabras y sonrisas. Dar de sí para construir una buena y agradable atmósfera vital.
Sale a la calle, llena de energía positiva, que se va disipando conforme avanza y recorre las aborrecidas calles. Observa su reflejo en varios cristales y escaparates, y cada vez se siente más insegura acerca de lo que ve. Pero sí, es ella, aunque no se lo crea, es ella. La que lleva una falda y unas sandalias y deja tan al aire a sus tímidas piernas. Ahora no piensa hacerles caso. Pero, uf, otro golpe inesperado. Ve su rostro de golpe con total claridad. ¿Y todo ese maquillaje? Discreto, pero notable. El día que una no lo lleva le preguntan que si está enferma porque tiene mala cara. Qué asco. Sigue andando.
Al fin, al fin veinte minutos después llega. Hola, qué tal. Mira quién viene por ahí. Salúdemoslo, sabes bien que él no se va a acercar. Saludado. Continuemos cabalgando minutos y horas. Comamos, bebamos, cantemos, hablemos, ríamos.
Deja de mirar el reloj, concéntrate en tu rato de actividad social... Uf, otra vez; esta vez ha sido totalmente sin querer. Ha vuelto a desconectar. Cuando vuelve a mirar a las caras que le rodean nadie parece haberse dado cuenta. Bien, continuemos.
Vuelta a casa. El momento más satisfactorio del día. No por desahogo, no por ansia, no por querer abandonar a sus amigos. Ese momento le trae la más indescriptible paz. La más sincera, y seguramente acertada, reflexión que haya podido hacer a lo largo del día. De acuerdo.
¿De qué se trata esto? Coge el móvil, para variar no tiene saldo. Anticipo. Una llamada acertada: afirmativo. Le espera una inesperada noche de fiesta, de diversión y emoción. ¿De verdad era tan fácil, tan simple como eso?
Sale de día de algún buen lugar, y se dirige a su casa con una sonrisa de oreja a oreja. En lo que no cae en ese momento es en la resaca que le espera en unas pocas horas. No importa.
Cuando al día siguiente intenta plasmar algo de lo que siente en una pantalla... se encuentra con serias dificultades. Es un día escondido, un secreto. Lo máximo que alcanza a decir es que se siente totalmente capaz de cualquier cosa.
No busco dar el coñazo a nadie, y menos a ti. No busco entretenerte, porque una siempre debe defender que tiene mejores cosas que hacer. Pero busco tu sonrisa imaginaria, tu sonrisa omitida pero involuntaria, y quizá también, por qué no decirlo, tu aprobación. No sé en qué te has convertido, no sé qué significas para mí, pero te siento como una fuente que me suministra sentimientos, regaliz y adrenalina.
Sin embargo, hoy mi cuarto se ha inundado de recuerdos, algunos dulces y otros amargos. Otros agridulces. Multiplicidad de fotografías que describen instantes que ya he olvidado; que he decidido sustituir por una simple foto. Las imágenes nos roban instantes del alma y de la existencia ¡y consiguen conservar ese instante de vitalidad para siempre! El tiempo pasa y ves tu cara de niña colgada en tu pared, mirándote y preguntándote: ¿quién eres? Y no sabes qué contestarle o contestarte, aunque te debes esa respuesta.
Mi pensadero acoge, hoy, varias cosas. Batallas en pause con la batería cargada para cuando quiera comenzarlas. Batallas en continuo avance y retroceso según las rebobino para angustiarme a mi antojo. Ilusiones y confianza en las personas, en la vida y en los sentimientos. Imposiciones nunca cumplidas.
Pero sobre todo te acoge a ti, y yo ya no sé cómo ignorarte, ni siquiera quiero hacerlo, pero hace ya unos años me ordené olvidarte... y, en fin, ya me ves, aquí sigo.
No sé cómo luchar contra un sentimiento que ya no recuerdo, que no me pertenece a mí, sino a la cría de la foto. Cógela y dile lo que quiere escuchar, y convéncela, al fin, de que me deje en paz de una vez. Hace ya tiempo que no me gustan los sinsentidos, las tonterías y las incomprensiones. Y esos ojos de la pared que brillan cuando tú tocas su cara todo lo que me traen es sentirme ridícula.
semillas amarillas, semillas rotas de nuevo.
Hace 6 años
3 comentarios:
guau!
Dos cosas. Lo primero: deberíamos dejar de emborracharnos tan a menudo... no debe ser bueno, ya te lo he dicho. Yo también intento ponerme a contar algo cuando llego a mi casa a las tantas, pero nunca puedo, jaja. Tengo la sensación de que cuando me despierte voy a borrar todo lo que he escrito. Y segundo: no se si comentar todo lo que dices o cómo lo dices. Así que me quedo con dos frases que me han encantado: "El tiempo pasa y ves tu cara de niña colgada en tu pared, mirándote y preguntándote: ¿quién eres? Y no sabes qué contestarle o contestarte, aunque te debes esa respuesta" y "hace ya unos años me ordené olvidarte... y, en fin, ya me ves, aquí sigo".
ME HAS DEJADO EL PELO DE PUNTA
NO PUEDO DECIR MÁS...
YA HABLAREMOS :)
"Olvidamos acordarnos de olvidar..."-dorian
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