Una noche más y aquí estoy; estoy sola, sola con mis recuerdos. No nos engañemos a nosotros mismos: no todos los recuerdos son malos, incluso los malos se vuelven positivos una vez se ha superado esa etapa y uno logra mirarlos con la mirada con que se mira a un viejo amigo, a un hermano.
¿Cuántas cosas buenas tenemos/poseemos? Si me tuviera que parar a contarlas estoy segura que acabaría perdiendo la cuenta de cuántas veces he doblado los dedos de mis dos manos. Por más que haya motivos feos, graves, angustiosos y de gran peso para abandonarse a la tristeza, existen, al menos, el doble de motivos para sonreír. Sí, de acuerdo, esto suena a tópico inútil utilizado y reciclado cientos de veces sin ningún efecto, al menos, a corto plazo. Lo es. Pero, francamente, me importa muy poco. Cuando uno dice algo en un momento justo, es porque ese algo esconde una larga historia detrás. La de mi "algo" es bastante simple.
Cada vez me impresiona, de manera más brutal, el famoso efecto mariposa. Cuidado con lo que hacemos, decimos o aconsejamos... uno jamás podría imaginarse las consecuencias que eso podría tener. No le des fuego y un cigarro a un adolescente en pleno desarrollo de sus intrépidas curiosidades y ganas de experimentar más profundas, porque probablemente lo cogerá (generalizando, que es gerundio...). No sugieras con una amable sonrisa a un supuesto débil, blanquito nuclear ignorante, que se exponga al sol en la playa sin siquiera hablarle de lo que es una crema protectora solar... ya sabes lo que viene a continuación: se quemará. Y no es que tengas mala leche, que quieras que el pobre se queme, es que tú has estado muchas veces ya en la playa, ¿verdad? y lo que es quemarse ya te has quemado; sabes que duele, pero también sabes que todo dolor es pasajero y que en este caso hay opciones: aftersun y despellejarse. Tan simple como eso. ¿Quién no se ha quemado alguna vez? El caso es que tú no has acabado con cáncer de piel, ¿verdad, majete?
Te admiro a la vez que te detesto; en mi más hondo y profundo mar hay peces que te recriminan muchas cosas, y a los que les gustaría que tú te sintieras algo culpable. Tranquilo, cordura ante todo: predomina el sentimiento (llámese x) antes que el odio. En realidad estos peces son como mosquitos que vuelan todos hacia la luz, tu luz. Y yo dejo abierta la ventana con la luz bien encendida; una luz que se instaló sola y que decidió tirar a la basura el interruptor para que no pudiera yo apagarla nunca... y, dime, ¿cómo evitar, llegados a este punto, que te piquen los mosquitos?
Sabes y conoces mi debilidad; yo siempre canto a tu ventana. Noche sí, noche también. Soy una fija; tu ventana es la única certeza que posee esta niña insegura. Siempre estaré ahí, aunque no me dé cuenta. ¿Qué por qué digo ahora esto, que por qué aflora ahora? Siempre está en pause, que no es pause sino standby, y de vez en cuando reclama su derecho a comerme la cabeza un poco, a recuperar el trono y la jefatura de mi órgano vital cardíaco. Y qué más da... Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar... pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar.
semillas amarillas, semillas rotas de nuevo.
Hace 6 años
2 comentarios:
Buena ida de cabeza,aunque un poco abstracta y complicada,me gustan tus metaforas :)
Para mí ha quedado bastante claro todo.
:)
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