Saborear una piruleta alcanza su grado de satisfacción máximo cuando lo hacemos porque de verdad nos apetece. No es lo mismo tomarte una piruleta que te acaben de regalar a tomarte una que te acabas de comprar porque la has visto en el escaparate y has pensado: "me apeteces".
Hay muchas formas de subir una cuesta, pero sólo hay una que te permita olvidar el coñazo que supone el asunto en sí: que después de esa cuesta tengas que subir 120 empinadísimos y diminutos escalones. Sí, 120, yo no los he contado, me he sentido tentada varias veces pero no quería ser tan débil, así que me he enterado por una persona que se aburre más que yo subiéndolos; difícil, pero existe.
Hoy me he dado cuenta de que me gusta subir esa cuesta y esas escaleras. Me gusta llegar y tomarme una tostada. Me gusta acabar de clases y bajar esa misma cuesta y esas mismas escaleras. Me gusta también la gente que me rodea. He tenido suerte, me siento agusto. Tan agusto que no me importaría quedarme allí un par de horas más... pero esas horas vienen ahora después a eso de las cuatro.
Me gustan los cambios, siempre me han gustado y siempre me gustarán. Pero a veces los cambios no vienen solos, hay que buscarlos y lanzarse a ellos. Me gusta que los cambios me pongan a prueba, que me hagan sacar de mí una parte cuya existencia ignoraba o desconocía. Me gusta ver que soy capaz de más cosas, conocerme un poco más para llegar a la conclusión de que me desconozco por completo.
Soy muy ilusa. A menudo pierdo el tiempo imaginando e idealizando cambios que aún no han llegado y que no sé si llegarán. Me gusta creer que esa persona existe, aunque no la conozca. Pero si hay algo que sin duda no me caracteriza, es ser una persona intuitiva. Envidio enormemente a la gente que intuye y se guía por su intuición. Yo no puedo, porque nunca intuyo ni presiento nada, aunque me encantaría poseer esa capacidad extrasensorial que le da el toque de pimienta a la vida de la gente: lo metafísico, misterioso... las señales, una vez más. Por eso, cuando en un momento determinado de pronto me sorprendo a mí misma diciéndome que se avecina algo, no puedo evitar desconfiar. Si hay algo que sí me caracteriza es el escepticismo que me profeso.
Pero algo se cruza en tu camino, en tu sendero, y aunque no sea cien por cien palpable puedes intuir sus huellas dirigiéndose hacia ti. Quizá de pronto cojan un desvío que las aleje de tu camino, o quizá sigan recto. ¡Aleluya! No estamos solos. ¡Aleluya! ¿Vienes hacia aquí? Haces ruido al caminar, quizá para que yo te escuche. Quizá para ser un individuo más dándole vueltas al mundo. No me importa. Mi piruleta no me la quita nadie, y el sabor que tiene ahora, tampoco. Estoy despierta, receptiva; te intuyo, no te palpo, te siento.
Quizá me estoy volviendo loca, quizá no hay camino, ni huellas, ni nada de nada. También dicen que hay que creer para ver, y no al revés. Sea como sea, hoy disfruto más esa piruleta, se me hacen menos pesados esos escalones, y disfruto metiendo gente nueva en mi vida cada mañana.
semillas amarillas, semillas rotas de nuevo.
Hace 6 años
3 comentarios:
Y yo me pongo feliz cual perdiz al leer esto, y digo feliz con todas las letras. Yuhu, oles, oles, y oles.
TE COMÍA.
Pd: menuda mierda de entrada escribí anoche, fue un ataque de indignación.
Esa es la actitud Chio! Desprendes mucho optimismo. Me alegro de que te vaya tan bien en la facultad.
Cuídate!
No sabes lo que me ha gustado leer esta entrada.
Yo creo que de las mejores cosas que nos pueden pasar es que amemos nuestra rutina. Levantarte por la mañana con ilusión por hacer las cosas es fundamental, tomar con ganas cada tonteria como puede ser una tostada, sin eso nada puede salir bien...
Me alegra que estés contenta con como va sucediendo todo. Exprime al máximo todo lo que está por venir, puede que este cambio sea de los mejores de tu vida, en la mia lo fue y lo sigue siendo :)
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