Sacúdelo de mí; viene y va, no me pertenece, no me termina de abandonar. Me inquieta, me irrita y me calma mejor que cualquier anestesia. Cuando quiere se pasea por dentro de mí, impregnándolo todo de luz, de magia, haciéndome sentir capaz de algo; a veces me marea. Siento que intenta salir y traspasarme con tal efusividad y prisa que se pierde por el camino y no deja más que un mal rastro de huellas difusas, que poco dicen de él mismo. Me agobia, me inmoviliza como a un insecto en una telaraña que, asustado, se siente inútil porque ni tan siquiera puede luchar en el momento de su muerte. Me tiene días enteros en ascuas, es culpable de mi impotencia y mi rabia cuando todo se vuelve turbio en mi cabeza. Es tempestad y caos en estado puro, es remedio y enfermedad.
Música que amansa a la fiera que se esconde en mí, tintineo silencioso que me incita a dar forma a las cosas. Querer captar un todo, una exactitud, pero quedarse a medio camino buscando esa escurridiza certeza. Una certeza de la que sólo veo una sombra, un reflejo, que me provoca para que busque su imagen completa. Y me vuelvo loca en esa danza de inestabilidades, porque no voy al ritmo de la música, porque no es una música humana. Doy vueltas y vueltas y cada vez la veo más lejos. Oh, musa; mil aspectos tienes y bajo todos te escondes. Pero no pareces querer aparecérteme, no creo que tenga yo esa suerte. Porque en ti y en tus siluetas veo ese sentido, esa señal discontinua que debe indicarme qué he venido a hacer aquí.
Sigo sin ver más señales, sin poder percibirlas. Sigo sin ver causalidad, y no puedo salir de la casualidad por más que lo intento. De pronto, entonces, algo se mueve, como buscándome en ese recuerdo inventado y me recuerda que yo necesito que las cosas signifiquen algo. Y cómo de a menudo utilizamos esa expresión: espera, que este objeto tiene su significado... Y lo tiene. Y cuando tengo suerte viene a mí, y lo dejo salir, y fluimos. Y me gusta mecerlo, mimarlo, y darle todo lo que quiera. No me abandones. Y me grita, me pide que haga algo, lo que sea, y que deje de buscar agua en el desierto, porque si no echo yo a andar, nunca podré salir de él. Suerte tiene quien va a parar a un oasis; pero no creo que ésa sea la solución, ni que estos puedan permanecer en uno para siempre. Esperar o buscar, diversión o intimidad, forzar o dar espacio. Titubear, dudar, fracasar, no ser lo bastante especial. Tomárselo-en-serio. ¿Pero no era un hobby? Mmm. Pensar, diferir, excusar. Perder, escoger, rechazar. A la mierda con los collages, y mira que no los soporto, sin embargo... A veces uno se pierde, almacena tantos y tantos trastos in/útiles en casa que parece que no queda ni una esquinita por la que pueda correr algo de brisa. Y entonces los agrupa por categorías, por cajas, y de repente se engaña a sí mismo regodeándose en ese falso orden. Eso es lo que acontece dentro de todas las cabezas: un falso orden. Una estabilidad aparentada. Cómo darle forma para purgarnos de ese caos, he ahí el dilema. Cuándo hacerlo, y de qué manera. Cómo hacerlo fácil, porque realmente es difícil. Aprender a subirse al tren cuando éste pase rápido para evitar ser cogido, y sacarle el máximo provecho a ese viaje que nos quiera regalar.
semillas amarillas, semillas rotas de nuevo.
Hace 6 años
0 comentarios:
Publicar un comentario